Observando el techo {Libre}

Apenas era la tarde, o eso creo, pero me aburría como nunca. Algunos huéspedes llegaban a cada rato, pero no podía hacer más que mostrarles su habitación, y listo. ¿Y después? Nada.
A la hora de la comida, debía estar por ahí. A la mañana... Bueno, era mejor que no me esperen. El castillo no funcionaba por si solo, pero tampoco podía hacer todo.
Además, no había que olvidar el hecho de que yo, tan vaga como siempre, me agotaba de solo respirar. Cuanta más gente llegaba, menos espacio para estar solo había, además de mi típico cuarto.

Subí al ático en cuanto me aseguré de que nadie estuviese cerca. Yo creía que nadie lo conocía, ya que la mayoría de la gente, especialmente humanos, no se anima a recorrer un lugar tan grande y desconocido sin compañía.
Al llegar, no pude evitar correr entre el montón de polvo y lanzarme sobre un viejo y antiguo sillón. Según había escuchado, era de mi tatarabuela, o algo así.

- Vivaaaaa - grité suavemente mientras que una nube de polvo se alzaba a mi alrededor y comenzaba a rebotar en los antiguos almohadones. Esto no duró más de unos segundos, ya que rápidamente comencé a toser sin para. - Tsk... Maldito... P...Polvo - bufé mientras me tapaba la boca.

Estaba tranquia en el ático, además del claro este era el lugar más tranquilo que preferia. Nadie venía aqui, algunos por temor y otros porque no les interesaba los lugares sucios y húmedos como este. A mi me gustaban porque, ¿en qué otro lugar había miles de insectos? Allí podía buscarlos y observarlos hasta que me aburriera. No decía que era un hobbie hacer eso porque solo lo hacía cuando estaba aburrida y sin nada que hacer.

Hasta ahora sólo había encontrado un par de cucarachas, una araña en su telaraña (aunque no se deriba por insecto ya que es un aracnido) y moscas volando alrededor de un escremento. Ahí no aguante ni un segundo, se me era un asco.

Escuche a alguien gritar, alguien había venido. Ignore a esa persona y seguí dedicandome a lo mio pero cuando la oí bufar yo bufe también para salir de mi "escondite". Cuando la vi no la saludé, solo me quede en silencio observandola atentamente.

El polvo no parecía tener intenciones de desaparecer del aire, y eso lo hacía divertido, ya que desafiar a la naturaleza, si así puedo llamarlo, era un reto, y desafiar al polvo también.
No pude evitar sorprenderme al ver a alguien salir de un supuesto escondite, ya que sinceramente ni la había notado. Se ve que mis sentidos no están tan bien... Por algo los humanos confiarán en los perros, aparentemente son mejor rastreando que los gatos. Mentira, somos más inteligentes.

– Hi...Ka...Ri... – dije al reconocerla, viendo como poco a poco el aire se despejaba volviendo a lo que era antes de mi perturbadora llegada. – ¿Qué haces aquí? – pregunté curiosa, sin esperar a ver si su reacción era agradable o no, si mi presencia le molestaba.
Ella había llegado ya hacía un tiempo, aunque no estoy segura de cuanto. Nunca había mantenido una conversación muy duradera aún, aunque no parecía una mala persona, es más, parecía muy agradable. Aunque a veces, las apariencias engañan, pero quizás en este caso no era así.
Sonreí suavemente y esperé su respuesta como si yo fuera una niña pequeña, ansiosa por aprender, y ella nada más y nada menos que un ejemplo a seguir.

Cuando las nubes de polvo cedieron me descubrio, no me sorprendí a que ella se sorprendiera al verme allí. Seguramente había creído que no había nadie allí, por lo que estaria sola. Después me pregunto qué hacía allí, una pregunta a la cuál debí esperarme. Decidí ser honesta con ella, ¿para qué mentirle? Además tenía ganas de ver su expresión cuando se lo dijera.

-Busco y veo los insectos--respondí como si fuera lo más simple del mundo.

No la conocía demasiado por lo que no podía adivinar cuál seria la expresión que pondría, eso me molestaba en cierta forma.

Espere su respuesta además de su expresión, algo ansiosa por lo último pero que aun me mantuve serena, sin ninguna expresión en mi rostro. Ni siquiera me movía de mi lugar.

¿Buscaba insectos? ¡Sorprendente! Al oír la idea mis labios se curvaron y un brillo apareció en mis ojos. Eso sí era divertido, divertidísimo. Aunque las babosas y los caracoles no me gustaban, me asqueaban desde siempre, pero no estoy segura de si son o no insectos... Que ignorante de mi parte.

– ¡Insectos! – salté con algo de emoción típica en mí. – ¡Insectos, insectos! – volví a decir aunque noté que si seguía así probablemente la espantaría, típico en mí. Se me da bien espantar a las personas, y no sé porqué. – Nee, ¿encontraste alguno? – pregunté con la misma chispa de curiosidad de hacía unos minutos, cuando quise saber cual era su misión en el ático.
La caza de insectos debería ser un deporte, es divertido. Aunque matarlos no es lo lindo, sino observarlo y seguirlos en su camino. Son bichos interesantes, aunque sigo con lo mismo de las babosas y caracoles; los escarabajos, tampoco me gustan.
Otros animales divertidos para seguir son los sapos. Saltan, saltan y saltan.

Comencé a pensar en los sapos y sin darme cuenta poco a poco comencé a impulsar mis pies, como si tratara de saltar. Por un momento me olvidé de que estaba con ella, frente a ella, aunque al darme cuenta de que probablemente su expresión sería de terrible sorpresa, mis mejillas tomaron un color mucho más rojo que antes y me paré firme en mi lugar.

No pude evitarlo, abrí aun más los ojos sorprendida cuando comenzó a exclamar "insectos" con tanta emoción. No me había esperado esa reacción, si no una expresión de asco con un "¿Cómo podes buscar esas asquerosidades?" aunque la verdad mi modo de ver a las chicas de maso menos esa edad era esa. Y por lo que podía ser otra clase de persona, por lo que suponía a cómo iba a reaccionar era erronea.

Me pregunto si había encontrado alguno, rápidamente aparecieron en mi mente los que había visto. No creía que quisiera saber sobre lo de las moscas pero podía reaccionar de otra forma en la quen pensaba, ya lo había demostrado.

-Un de cucarachas, una araña en su telaraña y... unas moscas volando alrededor de un escremento-respondí, había echo una pausa ya que había dudado de decirselo o no. Pero ya estaba. Se lo había dicho.

Comenzó a... ¿saltar? No, estaba tratando de hacerlo. La mire confundida entre curiosa, ya estaba dudando de si me había escuchado. Y algo que tenía demasiada curiosidad, ¿en qué estaba pensando para hacer eso?

Pestañeé dos veces y rápidamente desvié la mirada, volviendo mi atención a las palabras que acababa de decir. Cucarachas, no me gustaban mucho; aunque las arañas, eran divertidas, siempre que no lleguen a ocasionarte una picadura.
Al oír lo de las moscas no pude evitar sorprenderme y abrir bien mis ojos. Claramente, mi rostro era más expresivo de lo que a veces deseaba.
La observé con algo de curiosidad. Desde mi parecer, las moscas también eran divertidas y más difíciles de atrapar que algunos arácnidos, pero la palabra que había llamado la atención era "excremento". ¿Qué hacía el excremento en el ático? Acaso... ¿Había ratas? ¿O sería de otro animal? No pude evitar preguntarme si ella lo habría reconocido.

– ¿Sabes de que era el excremento? – pregunté tratando de sonar lo mejor posible, aunque era algo medio... Imposible. El ático no solía ser muy limpiado y entre que, prácticamente no tenía casi nada de personal y no era un lugar que la gente valla a visitar, era la combinación perfecta para que nadie se fije de si está o no presentable. – Uff... Necesito ayuda con este castillo – comenté en un suspiro algo dramatizado.

Al escuchar su pregunta fruncí la nariz asqueada, se me era repugnante hablar de ese tema y aun peor pensar en la imagen que se había grabado en mi mente cuando descubrí a las moscas.

No respondí a su pregunta, me concentre en lo que había dicho después. No queria admitirlo frente a ella, que era la dueña del castillo, pero todo el lugar necesitaba una buena limpieza de pies a cabeza (aunque en este caso estemos hablando de un castillo).

Como no se me ocurria qué responderle me quede en silencio por un momento, mire a mi alrededor y fije mi vista en aglo moviendose en el piso. Automáticamente me puse en cuatro patas sin importarme que ella me estuviese viendo, ¡había un caracol! Se estaba arrastrando lentamente por lo que no tarde en comenzar a fijar mi vista en él. Me preguntaba cómo había llegado, sentía la necesidad de llevarlo afuera donde había plantas.